Vivimos y nos movemos en unos días, en unos tiempos demasiado revueltos en los que todos hablan, hablamos, deseamos la paz, vivir en paz. ¡Que se haga la paz! Deseo justo, noble, ansiado. Pero se mira y desea esa paz como algo externo que nos ha de venir de fuera, mediada y conseguida por otros. Se pide que el gobierno, los políticos, los que están arriba hagan todo lo posible por conseguirla, que cese la violencia, el terrorismo, adopten medidas, lleguen a acuerdos, dispongan y gobiernen para que se alcance, para que se haga la paz.
La sociedad –masa amorfa y sin personalidad definida – lo ve desde esa perspectiva: que “hagan” lo que sea para lograr la paz. ¡Que hagan!
Mientras unos y otros se dedican, nos dedicamos, a quejarnos, criticar las medidas, murmurar de las actuaciones, discutir reglas, dar opiniones. Hay pareceres para todos los gustos, tantos como hombres en el mundo.
¡Pues señores así no construiremos la paz! ¡No, señores, no! Así no llegaremos a la paz, a la salvación, ni del mundo, ni de sus gentes, ni de las almas.
Lo importante, lo urgente, lo necesario es que cada uno trabaje por conseguirla la paz en su entorno.
Ansiemos, busquemos y hagamos la paz en el mundo, no con pancartas y manifestaciones que nada solucionan, más bien dan lugar a nuevas discordias. La paz en el mundo sólo llegará cuando la hagamos dentro de nosotros mismos, cuando la llevemos a nuestros hogares, a nuestras familias, a nuestros vecinos, a los que conviven con nosotros, en nuestro ambiente.
"Construyamos la paz nosotros, uno a uno, codo con codo, comenzando por la propia paz interior, personal, familiar, con los más próximos, con la comunidad".
Nadie da lo que no tiene. Así, si el violento engendra y transmite lo que tiene, violencia, el pacífico y amante de la paz engendra y transmite lo que vive, paz. De este modo se irá expandiendo en círculos concéntricos, como la china lanzada a un lago en calma.
Dejemos esos grandes proyectos, obras faraónicas y planificaciones a los políticos, que luego suelen que-dar en eso, en proyectos irrealizables porque les falta lo esencial: empezar a construirla cada individuo, sin más afán que la paz, sin protagonismos, silenciosamente.
Dice Marco Aurelio en sus Meditaciones : ¿He hecho algo útil por la comunidad? Entonces yo también me he beneficiado. Recuerda esto siempre en todo lugar (XI.4).
Concluyo con unas citas bíblicas, validas, a mi juicio para todos los hombres de buena voluntad creyentes o no creyentes – que la buena voluntad no es patrimonio de creyentes. Nos dice S. Pedro: “Porque el que de veras busca gozar de la vida y quiere vivir días felices, cuide que su lengua no hable mal, y que de su boca no salga engaño. Aléjese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella. Porque el Señor tiene los ojos puestos sobre los justos y los oídos atentos a sus peticiones. Mas el Señor se indigna contra los que hacen el mal. Y ¿quién os podrá hacer daño, si os afanáis en hacer el bien? (I Pe.3:10-13). Siguiendo el conse-jo de San Pablo: “Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y pervertida. En ella brilláis como estrellas en el universo, llevando en alto un mensaje de vida”.
Así reinará la paz, la que deseamos y pedimos, la que sólo nos da y deja Jesucristo Resucitado.
Por: Eufemio Romano Molina